jueves, 11 de noviembre de 2010

EL DESPLAZAMIENTO, UNA CONSECUENCIA DE LAS LUCHAS POR LA TIERRA




EL DESPLAZAMIENTO, UNA CONSECUENCIA DE LUCHAS POR LA TIERRA

Por. Mónica Esmeralda Vallejo


"Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos
vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar
y los salmones y las truchas en busca de sus ríos.
Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua.
No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano,
en inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les han robado su lugar en el mundo.
Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras.
Muchos huyen de las guerras,
pero muchos más huyen de los salarios exterminados
y de los suelos arrasados”
1



El derecho a la tierra, un derecho fundamental desde la carta magna Colombiana, se vulnera constantemente y acrecienta más la situación de crisis del país, que a su vez debe convocar a los pensadores sociales a su análisis desde perspectivas que hagan posible plantear rutas para mejorar los conflictos asociados a esta inflexión de normatividades que no son garantía de vida en las comunidades, que cada vez se enfrentan a un paisaje que vulnera sus derechos humanos y la edificación de una vida digna.

El fenómeno del desplazamiento forzado en Colombia y la negación del derecho a la tierra, ha sido uno de los efectos más graves que sobre las poblaciones rurales, ha tenido el conflicto armado colombiano. Ocasionando con ello una expulsión forzada de las personas provenientes principalmente de Antioquia, Bolívar, Caquetá, Cesar, Chocó, Tolima, Nariño y Valle del Cauca. Desde estudios del fenómeno a nivel nacional, vemos que no solo toca el territorio nacional, sino también a los territorios fronterizos; así pues se tienen datos de procesos de desplazamiento hacia varias regiones del Ecuador, Panamá y Venezuela. “Con 2 o 3 millones de afectados, Colombia tiene la mayor cifra de desplazados internos del hemisferio occidental, y la segunda población desplazada del mundo después de Sudán” 2

La gravedad de este problema social radica no únicamente en la dimensión que ha adquirido este fenómeno, dada la cantidad de colombianos desplazados, sino también en las connotaciones que este problema tiene a nivel psicológico, económico y político, incluyendo el control territorial de los bandos en conflicto, entre varios otros.

Es importante resaltar que: “quienes viven el desplazamiento y que llamamos de manera corriente ‘los desplazados’, son personas normales en situaciones
anormales. No forman un grupo, ni mucho menos una clase homogénea. No se les puede asignar por lo tanto conductas o características esenciales o naturales. Se trata más bien de comprender sus prácticas dentro de unos procesos y contextos sociales previos, que sufren cambios de manera abrupta y forzada por la guerra”. 3

Estos cambios en sus imaginarios sociales van restando elementos de configuración de planes de vida que permitan a estas personas ( Adultos, niños) una resocialización pronta, ya que la sociedad “Nueva” a la que se enfrentan desde la figura de lugares receptores es diferente en la totalidad de sus procesos sociales, así que el problema no está en el análisis de sus conductas comportamentales o en asignar tan sólo un lugar para vivir, sino enseñar a comprender lo que será esa experiencia de vida en un medio foráneo a sus identidades culturales:

“Cuando el hombre es sacado de su lugar de origen, es vaciado de su identidad y ser, es desplazado de su mundo. Se sabe que el hombre al vivir su vida dentro de un lugar referencial, lugar antropológico, como lo llama Augé, con el pasar del tiempo, y arraigado en él, va construyendo los saberes necesarios para que la vida le sea posible; cuando es desterrado violentamente por la intolerancia del otro, este individuo al mismo tiempo que lo arrancan de su tierra lo despojan de sus bienes, de las herramientas que cultural e históricamente había ido construyendo y depurando” 4
En los lugares de llegada, la acción del desplazamiento genera a los sujetos una pérdida de su identidad cultural, al ser vistos como "extraños" y en ocasiones oponentes o adversarios por parte de las comunidades receptoras, que los visualizan como invasores que pueden disputar las pocas oportunidades económicas, laborales y de servicios públicos que se encuentran en los barrios marginales, que por lo general en las ciudades se han vuelto continentes de este conglomerado de personas.

De igual manera, son estigmatizados, al ser señalados por habitantes o por autoridades locales de las ciudades receptoras como pertenecientes a uno u otro actor armado. Sin lugar a dudas estos señalamientos generan conflictos y enfrentamientos entre las poblaciones desplazadas y las comunidades a las cuales tratan de integrarse.

Esta situación forma parte del día a día de la realidad colombiana y se liga a la vulneración del derecho a la tierra, y la negación del territorio, hechos que se repiten en el contexto de varias regiones, donde muchas personas mantienen una continua lucha por un espacio físico para vivir; no solo en sectores rurales, sino en la conquista de espacios en las ciudades , receptoras de la población que ante el desarraigo de sus lugares de origen busca un asentamiento, que al no darse en condiciones favorables va aumentando la consolidación en las ciudades de tugurios o los mal llamados cinturones de miseria en algunas localidades.

En estas condiciones el desplazado compite con otros sectores de la población por tener acceso a servicios públicos esenciales y, con mayor dificultad, acceder a los derechos fundamentales como la alimentación, educación, y salud.

Dado lo anterior, la vida para las personas en situación de desplazamiento se modifica radicalmente. Se pasa de un espacio y un tiempo relativamente armónico (teniendo en cuenta las dificultades propias de cada región), a un ambiente que en principio es hostil, agresivo, carente de oportunidades sociales, económicas y humanas; situaciones significativas que marcan el desarrollo social y afectivo.

Esto se genera por la heterogeneidad de los orígenes étnicos y sociales, la diversidad de intereses de mismas personas y el trato clasificatorio que las instituciones públicas y privadas que atienden estos grupos suelen realizar con el afán de volver a situarlos y subsanar de algún modo la falta de políticas de legitimidad de derechos que ofrece nuestro Estado bajo la figura de una justicia ineficiente.


Así se va formando la sociedad que se lee desde las ciencias sociales, enmarañada en medio de un mar de dificultades que desde las teorías se analizan pero sin dar lugar a una verdadera acción social.

Esta crisis social y humana es la que convoca ahora nuestros puntos de vista que desde las pequeñas dosis de cientificidad buscamos retratar. Pero ¿qué hacer desde la academia? Debemos admitir que el mundo social que da lugar a nuestros saberes, no es aquel que admite a la cultura y contexto social como algo muerto y acabado, desde esta concepción es un deber el tomar parte de los conflictos de ese medio, siendo portadores de sendas de pensamiento que hagan ver las cosas, que pongan en luz estos temas en medio de un campo de saberes que en ocasiones se cierran a esta realidad.

La empresa en la que estamos metidos, la educación, más que ninguna otra, exige imperiosamente que pongamos la vista en el presente del país, viendo el porvenir a través del retrovisor, conociendo los aspectos históricos que han dado espacio a los conflictos, a una crisis existencial; es indispensable recuperar para los ciudadanos de nuestra tierra su a libertad y un lugar digno en el mundo, para que dejen de ser tomados como fugitivos y puedan nuevamente desear estar en sus tierras, luchando por una magnífica existencia, el pensar en las ciudades y sus problemáticas locales, en el campo y sus crisis gestadas por la guerra, son rutas para el cambio que hará posible desarraigar el desplazamiento y dar lugar al acontecimiento de una vida en armonía.



CITAS:

Eduardo Galeano, Bocas del tiempo, “Los emigrantes, ahora”, 2004. Citado en: DURAN, García. David. Desplazamiento forzado en Colombia. Derechos, acceso a la justicia y reparaciones. Bogotá: CEDHUL, 2007. Pág. 11

La Situación de los Refugiados en el Mundo, Desplazamientos humanos en el nuevo milenio, ACNUR, 2007. Capítulo 7, Desplazados Internos
OSORIO, FLOR EDILMA; CASTILLO, OLGA LUCÍA. “Conflicto armado y relaciones de
género - Algunas reflexiones desde el contexto colombiano”. (Sin publicar).
Desplazamiento: ciudad y territorio. Serie ciudad y hábitat. Bogotá D.C. Año 9, Doc. Nº 10, Marzo de 2003. p.102
En la medida en que unos departamentos se caracterizan como expulsores, otros se tornan en receptores. Los datos señalan como principales receptores de la primera salida a Caquetá (10.8%) Tolima (8.1%), Córdoba (9.2%) y Antioquia (6.9%). Como principales receptores de la segunda salida se tiene a Córdoba (11.9%), Caquetá (9.1%), Norte de Santander (9.1%), Tolima (9%) y Cundinamarca (7%). Sin embargo, dado que el 92.4% de la población registrada en el RUT ha sufrido un evento de desplazamiento, el lugar actual nos señala como departamentos receptores a Bolívar (16.3%), Nariño (8.3%), Caquetá (7.8%), Valle (6.9%), Meta (6.7%) y Bogotá (6.7%).

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Textos complementarios:

DURAN, García. David. Desplazamiento forzado en Colombia. Derechos, acceso a la justicia y reparaciones. Bogotá: CEDHUL, 2007. Pág. 11

CODHES y UNICEF. Un país que huye - Desplazamiento y violencia en una nación fragmentada. Bogotá, UNICEF. 2003. 3

El desplazamiento. Documento en línea [Disponible en: http://www.javeriana.edu.co/ier/recursos_user/documentos/revista55/4_POBLACIONES.pdf]

RICO DE ALONSO y CASTILLO. El RUT informa sobre desplazamiento forzado -
Boletín Especial, Estudios de Caso 10, agosto, Bogotá, 2005. Documento en línea. [Disponible en: http://www.codhes.org.co/cifra/GraficoTendencias1985_2005.jpg]

martes, 25 de noviembre de 2008

¿Existen causas que justifiquen nuestras guerras?

REFLEXIONES DESDE LA VOZ DE SEPULVEDA

“La erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es una meta alcanzable, ni deseable… es preciso, por el contrario, construir un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan manifestarse y desarrollarse, sin que la oposición al otro conduzca a la supresión al otro, matándolo, reduciéndolo a la impotencia o silenciándolo… una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”.

Resulta de interés el estilo empleado por Sepúlveda para plantear sus argumentos en relación a las causas justas de la guerra a través del diálogo, en el que Leopoldo, sostiene la tesis contraria al autor personificado en Demócrates, quien en su concepción difunde un mensaje de entrega total a las causas de una guerra que es valorada desde una concepción de preceptos teológicos que rigen su visión. La cual desde una fundamentación filosófica apoyada en autores representativos como San agustín, Santo Tomás y Aristóteles busca perfilar un piso jurídico que haga considerar lícita la guerra, el sometimiento de los indios. La argumentación de Sepúlveda está impregnada de un alto sentido religioso, dentro de la tendencia escolástico cristiana, que concebía la dominación como una obra religiosa, y por ser religioso cristiana, de caridad hacia el prójimo. Mas al lado de esto encontramos en contradicción el razonamiento de superioridad natural de los españoles, y el deber de sumisión por parte de los indios.

Pero para el caso de mi lectura interesa analizar a través de una transferencia y recontextualización la idea de dominación, de sometimiento, de guerra, no desde la dimensión teológica aplicable en el pensamiento de Sepúlveda para el caso concreto de la conquista de América, sino ante todo hablar de las conquistas de territorio por las cuales atravesamos los colombianos en este conflicto continuo, que bien puede contrastarse por efecto con el sometimiento de unos grupos sobre otros, con la superioridad natural que a veces exhiben los insurgentes y las comunidades abatidas expuestas a la indeseable sumisión de someterse a un poder ilegítimo o insurreccionarse en defensa de sus intereses, hechos todos que pueden ser analizados alrededor de la búsqueda de unas causas que los justifiquen como hechos justos.

Otro aspecto que tomare en contraste será que Sepúlveda partió de la racionalidad, concebía así una humanidad estructurada bajo el principio de que unos hombres son mas racionales que otros, y que los más sabios y prudentes deben gobernar, dominar a los más ignorantes y rudos, empleando con moderación la fuerza sobre estos para librarlos de su salvajismo y civilizarlos, por supuesto en esta lucha se repudiaba la crueldad innecesaria.

Ideas todas que me parecen interesantes para analizar esta época de conflictos, donde la crueldad se patentiza en las masacres y el dolor que a diario se expone en los entornos que nos rodean, donde las personas son objetos de conquistas, obligadas a modificar su decir, pensar, actuar y obrar, donde existen también unos sectores que se creen con el derecho de conquistar conciencias y modificar formas de vida en función de leyes, normas, consignas de progreso social, tras las figuras del sometimiento, el desplazamiento, donde ¡reina la disputa! que poco a poco se ha ido calando modificando los imaginarios, constituyendo a la guerra en un imaginario simbólico que esta lleno de muchas causas que parecen darle origen y que por tanto se nos tornan incomprensibles.

En esta época poco a poco nos hemos ido acostumbrando a hablar de la guerra, palabra tan nueva y tan vieja para nosotros, que es anterior a la dominación romana y hoy nos resulta tan propia desde la desterritorialidad impuesta por vías violentas a nuestras poblaciones que también entrañan cantidad de indios, etnias, personas, que se están aniquilando por causas de un conflicto armado que parece haber olvidado totalmente las “causas justas” de una guerra; acto que orienta hoy a algunos sectores o poblaciones a convertirse en pueblos marginados, sometidos por la fuerza de las armas. Así como Sepúlveda plantea en su análisis algunos argumentos que justifiquen el sometimiento de los indios por parte de los españoles quienes con su poder ideológico de la mano del cristianismo fueron poco a poco justificando desmanes y violencias contra esos grupos, también rondan hoy ideologías equivocadas que buscan pintar el conflicto como una vía necesaria para un cambio positivo para la nación, para lograr la paz y refundar una sociedad no excluyente y democrática.

Resulta interesante saber que existen ciertos antecedentes históricos desde lo tratado por Sepúlveda que justifican la guerra, el enfrentamiento con el otro, como un medio efectivo para garantizar el curso recto de un gobierno, el aseguramiento de unas relaciones de bienestar en función de derechos y deberes para los seres humanos, que pueden tipificar esta acción como justa, desde este horizonte planteo este interrogante: ¿Podría predicarse desde los argumentos expuestos por el autor que toda guerra es justa?

“La guerra justa no sólo exige justas causas para emprenderse, sino legítima autoridad y recto ánimo en quien la haga, y recta manera de hacerla. Porque no es lícito a cualquiera emprender una guerra, fuera del caso en que se trate de rechazar una injuria dentro de los límites de la moderna defensa” Sólo cuando estas circunstancias se den conjunta y solidariamente será justa la guerra; con una que falte, la guerra será injusta.

Poner en consideración estos principios al interior de las comunidades humanas de acuerdo a unos intereses inmediatos e históricos, contribuiría a acumular razones que lleven a comprender el conflicto de nuestra sociedad que es ya la resultante de una lógica destructiva y regresiva del obrar ético del ser humano.

Desde esta línea, también para Sepúlveda toda guerra aunque sea justa está sometida a una serie de limitaciones en lo que respecta sobre todo, a la protección de la población inocente que sufre las consecuencias de la misma. Aunque el señala especialmente dentro de este grupo a “embajadores, extranjeros o clérigos”, el principio que busco resaltar para el contexto actual del conflicto de nuestro territorio es el de incluir a esta población en el ataque, a los inocentes; puesto que la guerra tal como hoy se entiende y se practica no presenta consideración alguna a las personas inocentes en ella implicadas, es un mal gravísimo, porque ahora quienes la declaran desconocen los principios que la legitiman, por los cuales esta puede ser declarada en una sociedad. La característica reinante es la deshumanización, puesto que los procesos violentos a los cuales acudimos hoy están dando origen a una juridicidad y a una institucionalidad carente de legitimidad.

Así desde el hecho analizado por Sepúlveda se exige que se guarde moderación en toda guerra y sobre todo que se respete a los inocentes. Estas son sus palabras:

“Ha de observarse en el desarrollo de una guerra, como en las demás cosas, la moderación, de suerte que, a ser posible, no sufran daño los inocentes, no trascienda la desgracia a los embajadores, extranjeros o clérigos, se respeten las cosas sagradas y no se castigue al enemigo más de lo justo; pues ha de guardarse la palabra dada al enemigo y no hemos de extremar nuestro castigo con él, sino en proporción a su culpa”

Sería conveniente recalcar este principio a los ideólogos del conflicto en nuestros territorios para que la sociedad civil quede por fuera de las armas y muertes, buscando la justicia de una guerra que deje por fuera a los inocentes. Sin embargo aunque podemos decir que la barbarie generada hoy desde nuestra sociedad no es del todo reductible a las categorías que justifican una guerra desde el acontecimiento analizado por el autor, se puede afirmar también que tampoco es ajena a algunas adjetivaciones que exponen los grupos dominantes sobre los seres humanos vistos ahora así como el indio en Sepúlveda, como una población de animales que carecen de razón, decisión, expresión, derechos humanos, lo cual hace pensar que resulta ilusorio el intentar humanizar la guerra al analizar las causas justificativas de ella en general : repeler la fuerza con la fuerza, recobrar los bienes injustamente arrebatados, exigir el castigo debido de quienes han cometido la ofensa, si antes no fueron castigados por su propia ciudad. En esta guerra de hoy ya no podemos identificar claramente estas causas que la hacen justa puesto que las implicaciones sociales de pobreza, desplazamiento y marginalidad que a ella le atañen dejan apreciar que se desconoce totalmente las razones por las cuales nos es declarada a diario en nuestra nación.

El crecimiento de las resistencias sea con las fuerzas militares, con la guerrilla y las revueltas de los campesinos desplazados indica que se busca transformar el mundo desde el enfrentamiento de los seres humanos, por la defensa de unos intereses y necesidades que en la mayor parte de los casos termina siendo ajena a la del sector sometido y atacado, a las víctimas, ya que el gobierno en ocasiones también comete actos injustos por la imposición de sus criterios de orden, equidad y justicia que se expresan en función de consecución de tierras, dinero, reconocimiento y ante todo por una nueva avaricia que reina en la actualidad, la del poder atributo del príncipe quien tiene la potestad de declarar como justa una guerra aunque las consecuencias sean injustas, desde la legitima autoridad que a este le corresponde desde un principio fundamental:

“Es injusta toda guerra que no ha sido formalmente declarada, declaración que compete exclusivamente al príncipe, esto es, a la más alta autoridad del Estado”. Es decir, por príncipe se ha de entender aquella persona que está al frente de una forma de gobierno legítima, que está investido de la suprema autoridad y gobierna sin dependencia de un jefe superior”.

Desde todas estas explicaciones se puede decir que nuestro conflicto no tiene unas causas claras que lo tipifiquen como justo, ya que la dominación de unos grupos sobre otros para mantener un control social esta obligando a las personas a silenciarse, a negar sus derechos, a olvidar su identidad, despojándolos de sus tierras, obligándolos a cambiar sus formas de pensamiento, su cultura, en una lucha absurda que tiene ya como principio central la sobrevivencia a la cual amenazan las mentes desequilibradas de personajes para quienes la guerra se hace desde una concepción de destrucción, sin considerar su verdadero trasfondo, la paz, que sí podría contribuir para el surgimiento de una nueva sociedad, cualidad y verbo del cual habla también Sepúlveda desde una visión dicotómica: guerra/paz.

No podemos buscar definir y justificar una guerra sin relacionarla con su finalidad: la paz. Y así como ocurre con los territorios, también estas dos palabras fronterizas se mueven intentando engañar, procurando que no se note el movimiento, su acción. Así tenemos definiciones tan peregrinas de paz como “periodo de transición entre dos guerras”; o definición de guerra como “ actuaciones necesarias para cambiar las condiciones de paz”, es tal la implicación de una sobre la otra , que al que hace la paz se le acusa de que esta haciendo la guerra, y el que hace la guerra puede alardear de que está construyendo la paz, esta parece ser una confrontación presente en la obra de Sepúlveda, quien deja comprender desde mi interpretación que es un partidario resuelto de un sentido particular de paz, así afirma:

“… y en otros casos por necesidad, se ven obligados los mejores príncipes a hacer la guerra, de la cual dicen los sabios que ha de hacerse de tal suerte que no parezca sino un medio para buscar la paz. En suma, la guerra nunca debe emprenderse, sino después de madura deliberación, y por causas justísimas.(…), porque no se busca la paz `para ejercitar la guerra, sino que se hace la guerra para adquirir la paz.”

Además en otra parte del texto : “Leopoldo abre el libro con esta rotunda manifestación: Te diré una y mil veces que considero injustificada la guerra, sobre todo entre cristianos. A la que Demócrates inmediatamente contesta _Ojala que Dios, óptimo y máximo, inspirase esta idea a todos los reyes y príncipes de cualquier república, para que cada uno estuviese contento con lo suyo, y así, no invadiese, movido de avaricia, el campo ajeno ni con ambición cruel e impía buscase la gloria o la fama en la destrucción de los demás. Ambos males han descarriado a muchos príncipes y les han armado para perdición mutua de sus pueblos e inmensa desgracia del género humano, con menoscabo de la tranquilidad y desprecio de la paz; pues cuando ésta falta en una nación, parece que falta en ella la felicidad más grande a que pueden aspirar las ciudades, ya que a éstas se las considera felices y dichosas precisamente cuando en el seno de la paz llevan una vida virtuosa”.

Finalmente los que nos hacen la guerra hace mucho que olvidaron las razones por las cuales esta puede tener curso en las sociedades, puesto que se declaran portadores de unas banderas que trabajan sinceramente por la paz, y que los muertos y demás masacres, nos los hacen porque han descubierto que los necesitamos para explotar el papel de víctimas, porque unas cuantas muertes son necesarias para garantizar el supuesto bienestar de una comunidad, el orden de un gobierno que busca legitimar por todos los medios el conflicto que a diario recuerda que el ser humano está dejando que impere más el instinto que la razón en relación a su obrar, negándose a comprender que este mundo es un continente heterogéneo de intereses, sensaciones e ideas que buscan un lugar en el cual se debe proclamar la alteridad, el respeto al otro, a su mismidad.

No se trata entonces de resolver los conflictos, de abolir cualquier indicio de guerra, se trata mejor de intensificarlos a través del ejercicio del pensamiento, vivirlos hasta el límite para que desencadenándose puedan ser comprendidos, estudiados y abran la posibilidad de encontrar salidas que antes que clausurarlos permitan entenderlos de mejor modo, comprendiendo unas causas que permitan considerarlo justo. Pero esta intensificación supone al mismo tiempo la puesta en diálogo de los distintos discursos, sin embargo se trata de un diálogo que es al mismo tiempo una lucha, puesto que el conflicto, la guerra es probablemente la única posibilidad de la libertad, es la posibilidad del reconocimiento del individuo en medio de la multiplicidad.

“(…) ya que es precisamente el conflicto el que posibilita que una sociedad crezca y ponga en movimiento los lazos y actores sociales. El conflicto es aquello que hace posible la movilidad de una sociedad; de acuerdo con Marx, éste genera el tránsito permanente que se da al interior de ella. Al gestarse nuevos conflictos se gestan también nuevas ideas. Es así como el conflicto resulta ser la “naturaleza” de la sociedad misma que la dinamiza y la pone en movimiento.”

“Porque el fin de la guerra justa es el llegar a vivir en paz y tranquilidad, en justicia y práctica de la virtud, quitando a los hombres malos la facultad de dañar y de ofender. En suma la guerra no ha de hacerse más que por el bien público, que es el fin de todas las leyes constituidas, recta y naturalmente, en una república”
Para Zuleta, eliminar el conflicto no sólo implica eliminarlo a él sino a la sociedad donde éste puede producirse, en el marco de un país con una guerra exacerbada, con sus patrones culturales reencuadrados en los imaginarios colectivos que denominan terrorismo todo lo que se salga de lo socialmente imaginado como 'normal' ( culturalmente anormal es, ahora, no apoyar a Uribe), la contención del ya casi inevitable desborde del drama social definido y caldeado alrededor de dos millones de desplazados, del desempleo son sólo algunas muestras de una guerra simbólica, que, al universalizarse en el imaginario colectivo la relación amigo-enemigos, ha generado la representación social según la cual frente a las guerrillas no cabe otra alternativa que la de su derrota militar.

Una de las bases centrales para viabilizar la decisión guerrerista ha sido la guerra simbólica, que ha tenido como población objeto al conjunto de los colombianos ; en porcentajes, ha sido muy bajo el segmento de la sociedad nacional mentalmente preparado e inmunizado contra los perversos efectos sicosociales de este tipo de guerra. En casi todas las mentes y corazones, ella está haciendo mella, sobre todo, por desgracia, entre los jóvenes y los niños.. De nuevo, como entre 1947 y 1958, todos ellos han internalizado el imaginario de que, como decía Estanislao Zuleta, en este país la mejor forma de resolver un conflicto es eliminando al contrario (5), ya al contrario guerrillero ya al contrario proestado. Si la guerra como materialidad militar no ha polarizado la sociedad nacional, la guerra simbólica sí está haciendo estragos en el corazón de los colombianos hasta llegar al caso de muchas familias y grupos de parroquianos 'pluralistas' que, en la práctica, han resuelto eliminar el problema de la guerra de las carlas de sobremesa y de sus conversatorios cotidianos ; por otra parte, el discurso oficial de poder, que se inicia a partir de la conceptualización fluida pero monotemática y cablegráfica de Uribe, que continúa -radicalizado hacia la extrema derecha - con la oratoria ilustrada, pero churrigueresca y grecoquimbáyica de Fernando Londoño, a quien le encanta deslumbrar inhibiendo la reflexión y el análisis y que culmina dejando callados a casi todos los restantes ministros o balbuciendo algunas rápidas formulaciones técnicas, no está haciendo otra cosa que reforzar las significaciones imaginarias bélicas.
En la actualidad del año 2002 la mayor o menor amplitud del carácter nacional del conflicto armado debe ser precisado en distintas dimensiones. Presente la guerra, como materialidad militar, con uno u otro evento en casi todo el territorio nacional, en lo sociopolítico ha estado muy lejos de fragmentar y polarizar a la ciudadanía en bandos encontrados siendo, en lo simbólico, donde ha alcanzado los grados más elevados de universalización.
En general, podría decirse que aunque la guerra simbólica se ha teñido de los colores y particularidades de las culturas regionales o de las propias de cada etnia (blancos,negros, indígenas), clase social, género o ideología política, sin embargo, sus más importantes factores de cohesión han estado ligados a los esfuerzos del gobierno y de los Medios de Comunicación por meter a Uribe Vélez en el corazón, así como en la carterita de cada colombiano, aquella donde se mete la foto de la amada al lado del fajito de billetes. Esta guerra simbólica, entonces, no podría escaparse en el momento de definir y poner en acción Estrategias locales, regionales o comunitarias de Diálogos o Conversatorios regionales con las insurgencias.

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